Confesión no tan confesada.
Las cosas no van tan bien, la nueva anécdota que esta vez me trajo la ironía se volvió en una confusión ordinaria e inocentemente cruel.
Estos desengaños no tan confesados debido a sus someros descubrimientos en lo que alguna vez fue pasado, han logrado sacarme de orbita nuevamente y ver el reflejo de mi espacio mental aún distorsionado.
La cúspide no es la mentira, es posiblemente mi nueva enfermedad, aunque ya vieja, es nueva por recién descubierta, y trae consigo síntomas gravísimos; espasmos de confusión, caricias y revancha.
Tedio, siento tedio, las palabras se me agotan, escapan de mi boca que gastada está por tantos gemidos enternecedores.
Mis maullidos no paran, están histéricos ¡tienen miedo! Pobres gatitos maulladores, pobres dientecitos desgarradores… nos iremos todos, todos, a jugar y llorar.