La publicidad y los estereotipos.


Los ídolos juveniles, las modas y la publicidad han generado un problema de identidad en la juventud actual.

Los medios de comunicación tienen el potencial de manejar masas y muchas veces definir las conductas de esta. Estas influencias afectan a las personas más vulnerables como adolescentes o personas con baja autoestima.

A pesar de vivir en una cultura de estereotipos sexistas, estas influencias afectan negativamente a ambos géneros; sin embargo las más afectadas son las mujeres ya que están estereotipadas al máximo. Los spots publicitarios exhiben modelos extremadamente delgadas y una parte de la sociedad femenina imita estos patrones de belleza, lo cual ha generado problemas de autoestima, que han llegado a popularizar los trastornos alimenticios como la anorexia o la bulimia.

Pero eso no es todo, cada vez en las calles es más común ver a jóvenes con looks imitados que llevan el mismo peinado, la misma ropa, incluso con personalidades estereotipadas.

Estas influencias empiezan desde la niñez, el rol de los padres es muy importante en esta etapa ya que son ellos quienes guían el desarrollo de sus hijos.

Se deberían analizar y detectar cuales son los estereotipos negativos que bombardean los medios masivos para evitar que sean adaptados a la sociedad, así se lograrían habitantes menos depresivos que se acepten tal y como son.
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Yuyanapaq y El ojo que llora


Debido al terrorismo hubo una pérdida económica alrededor de 20 mil millones de dólares; aproximadamente 25000 víctimas fallecieron, muchos de ellos dejando niños huérfanos, con un vacío no solo en el corazón, sino también en el estómago. Nosotros, los nacidos a finales de la década de los 90’ no vivimos la pesadilla que se desató en nuestro país en aquel entonces.

“Para recordar” es el significado en español de la palabra Yuyanapaq, la cual es una colección de fotografías que muestran la catástrofe vivida en nuestro país a causa de los señores del terror. Gente que buscaba justicia haciendo cosas totalmente injustas.

Esta exposición es bastante conmovedora, y no es para menos, pues su contenido hace que afloremos sentimientos de tristeza, indignación, sed de justicia, entre otros.

La violencia de estas personas ha hecho más que causar dolor, y a pesar de ser difícil de aceptar, ha formado y forma parte de nuestro país que siempre está en lucha consigo mismo, una lucha, que no tendrá fin.

“El ojo que llora” es resultado de la inspiración de Yuyanapaq. Personalmente no me sentía del todo contenta con este monumento, a primera impresión no resultó de mi agrado que se haga memoria a los asesinos, o familiares de estos, junto con las víctimas. Sin embargo, analizándolo bien, descubrí que esta obra es una evocación a la desigualdad y las consecuencias que trae. No importa de qué bando sean, el mensaje es que la solidaridad estuvo ausente en nuestro pueblo, donde el pobre y el rico son polos imposibles de enlazar.

El terrorismo ha dejado huella no solo en la vida de las personas que lo vivieron de cerca, sino también en las generaciones posteriores. El terror, la angustia y desesperación aún no han sido olvidados.

Lamentablemente cada día hay menos conciencia entre las nuevas generaciones de lo que realmente sucedió en este abominable conflicto interno. La mayoría de personas que no vivimos en esa época atroz no tenemos la más mínima idea de todo lo que realmente ocurrió, ni de cuan mal la pasaron los peruanos de esa época debido a gente infame.

Las personas mayores (abuelos, padres, tíos, profesores, etc.) tienen el deber de transmitir esos hechos detestables a los nuevos peruano para que sepamos de los terribles actos vandálicos sucedidos y que no vuelvan a ocurrir jamás.


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La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar.
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Crónica

Esta es una crónica que escribí cuando tenia 18 años para una clase de redacción. Trata sobre un emprendedor.




Es casi el medio día y los trabajadores de “Baby Panitas” esperan con ansias suspender sus labores para irse al refrigerio. Es lunes y la semana acaba de empezar, Jorge Porras, dueño del taller, trabaja con ellos en sus días libres y como aun faltan 15 minutos para el refrigerio, él se dispone a adelantar las manecillas del reloj diciendo a sus trabajadores con una amplia sonrisa: “chicos, ya son las doce”, todos ríen a carcajadas y entre bromas van saliendo al comedor. Parece un buen comienzo de semana pues todos están contentos y alegres a pesar que tienen un gran pedido que atender.

Jorge me cuenta que cuando empezó con su taller jamás pensó en ser tan prospero en tan corto tiempo y a pesar de los altibajos que se le presentaron, encontraba la manera de no sucumbir ante ellos. Era estudiante de electrónica del tercer ciclo en la Universidad Nacional de Ingeniaría cuando decidió poner su taller como una ayuda para sus padres, pues ellos no contaban con los medios suficientes para educar a sus cuatro hijos a la vez. Jorge es el cuarto de cinco hermanos y a sus 22 años encontró la manera de poder ayudar económicamente a su familia.

Me invitó a almorzar con él cuando terminó de inspeccionar las maquinas para que cuando empiece el segundo horario del día, todo marche a la perfección, yo accedí con gusto. – Coco (así le dicen sus amigos) me contó un poco sobre su vida. “Mi infancia no fue tan triste ni melancólica, gozaba de la dicha de poder compartir mis momentos con la familia, los tenía a todos a mi lado y aunque nuestra situación económica era muy baja, igual era feliz. Imagínate que mis hermanos mayores esperaban con ansias la visita de algún tío o tía porque sabían que con su visita traían ropa para obsequiarles, si yo podía disfrutar de ver esa alegría por recibir alguna prenda que antes usaron mis primos, ya te hubiese gustado ver la cara de felicidad que ponían cuando se les compraba prendas totalmente nuevas. Los hermanos menores heredábamos las prendas que los mayores ya no usaban porque iban creciendo. Cuando yo bordeaba la adolescencia mis expectativas ya no eran las mimas, ya no gustaba vestir prendas dejadas en el olvido por mis hermanos mayores y me las ingeniaba para poder adquirir alguna nueva y siempre con ayuda de mis padres, ellos me completaban el dinero que yo lograba atesorar, porque eso era para mi el dinero que lograba ganarme con mi propio sudor, ayudando a algún vecino o en el mercado, experiencia y dinero, eran un tesoro. Aprendí de la vida tanto y cuanto podía, aprendí de lo bueno y de lo malo, de lo cierto y de lo falso, aprendí de tristezas y de alegrías, de triunfos y fracasos, aprendí mucho y se que aun me falta mucho, mucho por aprender”


A sus 16 años se inmiscuyó en un mundo de irresponsabilidad y egoísmo, vivía solo para él. Apenas había acabado la secundaria y sus amigos de ese momento, le hicieron una sutil invitación hacia su mundo y al cual accedió dejándose llevar por la curiosidad que todo adolescente siente por la vida sin saber diferenciar entre lo correcto e incorrecto. Compartió sus días con personas sin anhelo, con personas que lo único que les interesaba era sobrevivir, eran personas dependientes de algún tipo de sustancias y recurrían a ellas para tratar de aliviar su penosa vida.

Estudió la secundaria en un colegio del estado, - “la educación del sistema secundario estatal es tan pobre que para poder ingresar a la universidad tuve que prepararme dos años en una academia aprendiendo temas totalmente nuevos para mí” - dice Jorge mientras va controlando el pedido que tiene que entregar este fin de semana. Es miércoles y aun no sale a cenar.

En el 2005 la familia Porras disfrutó de la alegría de que su penúltimo miembro ingresara a una universidad del estado, pero “Coco” no se conformaba con ello, sabía que podía mas. A inicios del 2006, con ansias de valerse por si mismo, este joven empezó a indagar sobre el negocio de comercio de ropa de bebé, pues tenía amistades que trabajaban en diversas textilerías. Fue así que sacrificando un ciclo de su formación profesional, con la ayuda de la experiencia de su mejor amigo y económica de su familia, se aventuró a iniciarse en el negocio, llamando así a su mini empresa: “Baby Panitas”.

Obviamente ingresar al mercado no fue fácil – “Las primeras semanas no fueron muy alentadoras, nos teníamos que recorrer el centro comercial “Gamarra” para poder ofrecer nuestros servicios a las grandes talleres y tiendas”- Casi un mes después lo logró laborando para talleres mucho mas grandes que el suyo.

Los altibajos nunca faltaron, problemas económicos o de afinidad tampoco. Jorge Porras es solo uno de los muchos jóvenes emprendedores que existen en nuestro país; jóvenes que a pesar de vivir en lugares donde la violencia es la que manda, marcan la diferencia, siendo ellos los triunfadores del pueblo.
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Sensibilidad.


Las hojas de un árbol caen sobre el ligero tambor del mundo. El pequeño ruido que hacen pasa desapercibido para casi todos. Pero los corazones sensibles, los que pueden escuchar, sienten el peso trsite de esa música en el fondo de su alma. Solo algunas personas reconocen el estremecimiento de una hoja que vuela y que ha muerto y que se llena de aire para siempre.


Alonso Cueto
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